Con el rabillo del ojo escudriña por el cascarón verdoso de la puerta. Recorriendo las losetas entre él y la bulla, se mira en un sueño nebuloso, justificación de su impulso por comprobar que was y were se aprenden mejor con el roce del aire, entre la palabrería del pasillo y la exhaustiva observación de la jardinera central.
Los árboles de ramales alborotados y
cabelleras coloridas no confunden con pronunciaciones exageradas. Sólo el
delicado siseo del viento conoce el
encanto del equilibrio entre fuerza y suavidad al hablar una lengua distinta.
Un tumulto de chicos embravecidos se dirigen a clase, con
ellos la neblina se precipita y, frente a él, escribe un diálogo silencioso en
el espeso follaje aceitunado.
No atina a leer con claridad ni a
distinguir un irritante y agudo zumbido. Una punzante sensación bajó de sus
oídos al estómago. Su entorno palideció cegando por un instante su mirar.
Cuando se recupera, se encuentra acorralado por la mirada vertiginosa de la
profesora. Atónito él, furiosa ella.
Sus miradas jugaron un
combate de esgrima que terminó por vencerlo en su pupitre, mientras su
palpitante corazón se sumía en la tristeza. Para salvarlo, no encontró más
remedio que imaginar al viento poseyendo a la profesora y que de sus ojos
pardos chispeaban retoños verdes.
Brandon Gala
Grupo 660