martes, 30 de julio de 2013

Revelaciones

Habían sido ya 3 años de vacío, dudas, interrogantes, delirios, agonía y repetitivos días opacos. Consumían mi vitalidad, me llevaban al desprecio y al infinito asco que sentía por mi existencia,  por mi realidad, la absurda y gris realidad que día a día salimos a integrar. Vivía con simpleza. La nostalgia por mi “libertad” y la añoranza del ser alegre y espontáneo que algún día fui, atormentaban mi espíritu. Creía que nada podría interesarme lo suficiente, nada inusual podría ocurrirme.
     Ahí permanecía la adecuación perezosa de mi espalda sobre el respaldo de una silla. Las risitas furtivas, maliciosas y un tanto desafiantes, producían la expresión de hastío en mi rostro. Las muecas, miradas superficiales con desdén y prejuicios engreídos incomodaban mi estadía. ¿Quién le prestaba atención al profesor? No sé, unos cuántos, ¿qué interés hay en ello?
     Abandoné la realidad, ahondé en mis reflexiones, la incertidumbre constante sobre el tiempo se fijó en mí. Mi visión se tiñó de un blanco grisáceo. Todo en mis costados titubeaba con una agresiva desesperación. Mis pensamientos superfluos y divagantes abandonaban mi poca cordura. Vaya, qué gran mentira, ojalá sucediera en este momento, repetía en mi mente, reprochando la aburrida tarde. Enseguida retumbó una voz en mis tímpanos, como una bofetada seca que, al mismo tiempo, roza tu piel con un palpable deseo de auxiliarte. Aturdido, apenas si comprendía las palabras fuertes, precisas y necesarias de aquel sujeto viril y simpático.
El éxtasis comenzó a fluir por mi sangre. Poseían mis pensamientos las interrogantes que comenzaba a plantearnos, algunas de ellas eran las causantes de mi agonía, algunas las repetía a diario y, sin embargo, me apoyaban para sobrevivir la simpleza. Su gracia parecía no tener fin.  Yo sentía vitalidad y bonanza en ese momento. Finalmente, una persona con sentido, con lucidez. Palabra tras palabra mis oídos parecían escuchar incógnitas divinas. ¿Tenemos alma, qué es el ser, y qué es existir, por qué nos tocó existir aquí, de esta forma que superficialmente resulta poco compleja, acaso somos parte de un ser superior? Era lo más fascinante en la vida: nuevas maneras de percibir la realidad. ¿Cómo saber dónde se encuentran los límites de mi conciencia, cómo se explica mi cuerpo físico y qué es mi razonamiento, cuántas interpretaciones puede recibir un fenómeno, cuándo se encontrará una verdad absoluta, la más esencial, qué define nuestra más sincera conducta?
     Sí, todo pertenecía a la clase de Doctrinas Filosóficas, pero también era él, su esencia diferente y auténtica, perfecta reflexión era la que creaba con la clase. Era de una amenidad sorprendente el ambiente desconocido que podía gozar. Por cincuenta minutos me sentaría a escuchar la voz áspera, sabia y alegre de aquél a quien, desde ese momento, consideraría un amigo, un maestro no sólo de clase. Desde entonces lo admiro, lo observo, lo escucho y atiendo para después agradecer su conocimiento compartido.

                                                                                                                                        Omar Ortiz
                                                                                                                                         Grupo 660