infantis, «el que no habla»
Pero sueña.
Crea.
Ríe.
Llora.
Imagina
y no descansa.
Todo ser humano cuerdo debería ser infante por, al menos, una segunda vez en su vida.
Para que, así, sus ojos se llenen de verdad y enjuague su boca llena de mentiras.
Para que vuelva a sonreír cada que amanece, a jugar con el viento y a soñar con algún día ser el gran super héroe de su propia vida, el presidente de sus metas, el bombero de sus miedos, el guardián de sus pasiones.
Todo buen ser humano, debería aprender de los más pequeños, de los que caen, ríen y no lloran. De los que olvidan pronto, de los que esbozan sonrisas hasta a la luna.
María del Carmen Ríos. Grupo 610