domingo, 18 de agosto de 2013

Sin recuerdos exactos


Infancia vacía. Miro al recuerdo de frente, me sonríe, me ha dicho: aquí ya no hay nada que ver.
Camino ausente y me cuestiono por qué no puedo recordar. Es algo biológico, es natural, me repito una y otra vez  hasta llegar a casa.
Dicen que la infancia determina toda acción y personalidad en la madurez, quisiera saber cómo es que fui y cómo seré.
La hora de la comida ha llegado. En mi casa nunca hemos tenido un horario determinado, me siento a la mesa y trato de olvidar el asunto, pero mi madre ha preparado un estofado que nunca me ha gustado. No lo puedo evitar y me pregunto si  siempre he sido así, si  en algún momento su guiso me gustó.
¿Cómo era de pequeña? Pregunté  a mis padres una y otra vez.
Eras tierna y lista, repetían los dos sin error. Me contaban historias y lo que hacía, pero mi pensamiento, era claro que no lo conocían:
 ¿Qué pensaría en la infancia, de mi familia, del mundo y de la vida? Tal vez no sea importante saberlo, se dice que las acciones son las que te determinan.
Encontré en el hábito una respuesta, encontré en mis gustos otra, en mis creencias, el dogma y en mi conciencia todo finalizó.
 Así me han educado, así he crecido, no recuerdo ya lo ocurrido y, sin embargo, ahora vigilo lo que hago y el porqué, quisiera la respuesta, aunque ya la tengo: sólo basta mirar mis acciones, lo que he logrado y en qué fracasé.
 Deseo, en un futuro, mirar en una vieja fotografía a la niña que fui, no saber cuándo ni dónde fue tomada ni quién ni por qué la tomó. Deseo mirar a esa niña y no arrepentirme de quien ahora soy.

   Verónica Rojas. Grupo 651