domingo, 22 de marzo de 2015

Aliciente a un adiós

Tú y yo,
que no es lo mismo que nosotros,
dimos el último suspiro el mismo día
que Julio Scherer.
La voz de un pueblo se apagó (¿…?)
al mismo tiempo que esta mentira.
Hay mentiras que valen la pena (¿…?)
Pero quedó la semilla
de un mundo donde quepan otros mundos,
donde quepamos tú y yo
y los raramuris que son más que aretes,
y todos los Carlos y Carlos
y los tzotziles
y todas las Marianas y Mariana
y los marginales,
y los rezagados de la historia
y las mujeres, que siempre han estado ahí,
pero nunca han sido escuchadas,
y todas las Anas
y todas las yuyinas;
con toda la carga que conlleva,
ésta, nuestra condición humana
con todos sus aciertos
y contradicciones,
con toda la rabia y la alegría.
Queda como siempre
la esperanza, con esa espera
que la hace tan odiosa.
La esperanza de que se puede amar
vivir, crecer en armonía, dignidad,
equidad.
Y nuestros actos,
absurdamente contradictorios.
Ahí radica esta esperancita
que el mundo me da
que no sé dónde está
ni de dónde surge, pero se siente.
                      
                         Ana Beatriz Carranza Leyv