domingo, 22 de marzo de 2015

El ciclo de los sueños

Esta soledad ahorca,
apaga notas ácidas en un susurro
de sábanas envejecidas,
exhala sus horas
como granos de sal sabor noche
sobre el llanto de las cobijas.
Esta soledad es como un péndulo,
agita el firmamento
de obscuridad intermitente.
Los sueños se evaporan,
el cielo es lejano como tu silueta,
pasajero
como esta catalepsia
de sombras desapercibidas,
por eso descienden,
provocan lloviznas subterráneas.
Esta soledad tremenda
mancha el paraíso y el nirvana,
reside bajo cuevas,
busca aromas transparentes en mis dedos.
Es un ocio buscarle clavijas a la luna,
componer baladas con truenos de nylon,
pintarlas para que suenen a blues.
Los sueños se condensan,
¡tanta frialdad contraída en el instante,
tanto magnetismo!,
pero el espacio persiste,
kilómetros de necedad extrema.
En esta soledad tan esporádica,
de implosiones y big crunge,
me siento paranoico.
Demencia de perro abandonado
que en voces ajenas
piensa escuchar el llamado de su amo,
angustia de niño perdido,
de piel flagelada,
ansiedad esquizofrénica.
¡Ay!, esta soledad que viene y va
con sus cuatro paredes y su tragaluz,
infinita
como la obscuridad derrumbada sobre mi faz.
Los sueños se aglomeran,
llueven
               ascienden
                                    crujen
y se encharcan en el cielo.
            

                          Christian Uriel Jiménez Flores