(Inspirado en el “Manual
de instructivos” de Julio Cortázar)
Beso
extremo número 1: Beso bajando las escaleras
En alguna caja
abandonada usted puede encontrar por casualidad cualquier instructivo para el
uso de cierto aparato doméstico; por lo general, estos tesoros son arrumbados
sin previa lectura. Mejor aún, puede toparse con un manual que indica las
instrucciones exactas para subir las escaleras, redactado por un tal Julio
Cortázar. Sus directrices, seguidas al pie de la letra, no causarán mayor
problema: en el momento menos esperado, usted estará en la parte superior de la
planta deseada.
Una
vez arriba, notará que no existe manual para descenderlas. Por un momento
creerá estar atrapado en la planta alta del edificio de su elección. Entonces
bastará con arrojar al aire el instructivo de nuestro amigo Julio. Mientras
aquellas páginas viajen en la imprecisión de la desventura, usted deberá
mantenerse en la ilusión de que sean encontradas por su pareja, si es que la tiene
o, en caso contrario, por la persona que provoque sus desatinos. No obstante,
deberá estar dispuesto a aceptar que dichas palomas de papel sean encontradas
por cualquier otro conocido o desconocido suyo, quepa o no en sus intereses y preferencias.
Bastará
un poco de suerte para que dicha persona elija el mismo edificio que usted, le
reconocerá por llevar en la mano el instructivo viajero que los colocó en la
presente situación. Sin previa discusión sobre el destino o la casualidad,
usted colocará sus manos en su cintura, y permitirá que instale las suyas sobre
sus hombros. Cerrará los ojos, será normal cualquier aceleración cardíaca,
contraerá los labios con sutileza e inclinará la cabeza hasta chocar con cierta
humedad en forma de boca. A este acto, se le conoce vulgarmente como beso.
Serán
un solo par sus pies, los pensamientos de ambos también se besarán al encontrarse
en un plano no físico. No faltarán manuales ni instructivos, pues la placidez
instantánea les elevará varios pisos más sin necesidad de recurrir a las citadas
escaleras. No obstante, una vez separados sus labios, recibirán la nunca grata
bofetada de la realidad al saberse instalados de nuevo en la planta baja.
Entonces deseará no haber descendido.
Sin
embargo, podría darse el caso de que el instructivo se pierda en la intemperie.
En dicha situación, usted quedará condenado a pasar la eternidad en una planta
alta de la que, sin saberlo, no quiere descender.
Christian Uriel Jiménez Flores