No
sé qué me está pasando, es demasiado extraño lo que sucede. Día con día pierdo emociones
y sentimientos. Primero dejé de sentir compasión por los demás, luego empatía,
y ahora ya no sé cuál es el significado de vivir. Es como si dejara de ser yo
mismo y sintiera que pertenezco a algo o a alguien más.
De mi vida no hay mucho que pueda decir, me dedico a
sellar documentos en una oficina todo el día, luego regreso a mi casa, duermo,
al día siguiente me despierto y vuelvo a la oficina, así es mi vida día tras
día, siempre igual, siempre lo mismo.
No sé cuánto tiempo llevo haciendo esto, ni por qué lo
hago, de hecho hay mucho que no sé sobre mí, pues a decir verdad no recuerdo
sino que desperté una noche sobre el piso de mi hogar. Realmente me gustaría
recordar, saber aunque sea un poco más sobre mí, quizá en lo más profundo de
mis memorias pueda entender lo que sucede conmigo y el significado de hacer
siempre lo mismo. Trabajo casi en completa soledad, de vez en cuando vienen
otros empleados a dejarme documentos; sin embargo, nunca me dirigen la palabra
más allá de lo necesario.
El único momento en que puedo ver un poco de mi vida es
en mis sueños, aunque siempre es el mismo: me encuentro en un lugar desconocido
con mi cuerpo salpicado de alguna sustancia que no puedo identificar. A mi
alrededor hay varias personas sobre el piso con papeles en las manos, pero lo
que más me desconcierta es la silueta de una persona que se encuentra lejos de
mí; observo su mirada, fría y sin emociones, acompañada por una terrible
sonrisa. Esta persona me dice algunas palabras y momentos después, despierto.
Desgraciadamente nunca las puedo recordar.
Mi vida siempre ha estado llena de preguntas de las
cuales no tengo ninguna respuesta. Yo creía que seguiría así por siempre, pero
no, tan solo bastó con observar los documentos que debía sellar para darme
cuenta de que son exactamente los mismos de ayer. Al principio esto no se me
hizo extraño, quizá solo los estaba
confundiendo; para asegurarme decidí ver una copia de los papeles de ayer .Para
mi sorpresa noté que no solamente los documentos de
ayer son los mismos, sino que también los de hace dos, tres y cuatro
días. Saqué todas las copias que tenía dentro de la caja, y me costó trabajo
creer lo que vi… ¡Todos son y han sido siempre exactamente los mismos papeles!
¡Cómo es posible que nunca lo haya notado!
Estuve
sellando las mismas hojas día tras día, las mismas palabras, las mismas fechas…
Por primera vez en varios días siento algo cercano al
temor. No sé si debería leerlos, tragando saliva decido que no hay de otra, y
comienzo a leer detenidamente.
Mi sorpresa es tan grande,
algo así no puede ser posible en este mundo.
Volteo
y examino mi alrededor, quizá, entre lo más profundo de este lugar exista una
clave que me ayude a comprender. Miro las ventanas, no hay nada; veo la puerta,
no hay nada; busco en los muebles, no hay nada. Paso varios minutos buscando,
me tropiezo, me levanto rápidamente, observo el piso, con asombro noto una
especie de puerta de madera antigua con las esquinas de metal oxidado.
Es
increíble que esta puerta destaque tanto y nunca la haya visto. La empujo hasta
que se abre.
Encuentro escaleras,
parecen bastante deterioradas por los años. Apenas toco el primer
escalón y algunos recuerdos vuelven a
mí.
Parece ser que lo que vi escrito en esos papeles tiene
algo de verdad.
Me altero y bajo las escaleras corriendo para descubrir
el mismo lugar, la misma gente en el
suelo y sobre ellos, esos papeles, todo igual que en mi sueño.
Observo detenidamente este lugar, máquinas extrañas y
complejas por todos lados, monitores, cajas etiquetadas con nombres de órganos
humanos, fetos sumergidos en piscinas, seres extraños dentro de recipientes de
diversos tamaños.
Lo
que más me desconcierta es eso extraño que me atrae, que no puedo explicar y
que se hace cada vez más fuerte en este lugar.
Junto
a unos enormes recipientes cilíndricos distingo a esa persona que aparece
constantemente en mis sueños; exactamente las mismas horribles expresiones, la
misma mirada y la misma sonrisa, no cabe duda, es “él”.
No
sé qué debo hacer ahora, mi cuerpo no se mueve.
—Parece que fuiste el
primero en descubrirlo todo… bienvenido de vuelta —dice él.
De
pronto empiezo a temblar. Siento mi cuerpo más liviano de lo normal. Mi piel
cae en trozos, mi carne se despega de los huesos, mis uñas se hacen polvo; mis
sentidos desaparecen; poco a poco pierdo la vista, mi oído deja
de escuchar, me ensordezco; mi lengua se desprende.
Moriré,
realmente moriré, es éste el final.
Ya
no puedo hacer nada, sólo pensar.
Recuerdo lo que él dijo en mi sueño: “Tú eres mío y algún día volverás a
mí.”
Al
fin puedo explicarlo: yo soy él, y él… soy yo mismo.
Luis Fernando Zugarazo Palomares