Inhálame, abrázame, córtame, destrúyeme,
despedaza tranquila y paciente a Estocolmo;
llévate lejos todos mis escombros pasados
y sin vacilar amontóname con ellos y
entiérrame.
Ayúdame, hiérame, dilúyeme, fórmame,
rasga a dulces mordidas todo mi cosmos;
dibuja con tus ojos todo lo que somos,
aquellos que gritan desesperantes
“extráñame”.
Córtame, cúrame, escríbeme, suéñame,
sé tierna con tus besos que me curan solos;
seamos esos locos amantes silenciosos
que juegan dolorosos al más duro encuéntrame.
Úsame, maltrátame, fúndeme, ámame,
demos el paso más salvaje de todos,
aquel que nos lleve en desacomodos
a un lugar donde pocos y nadie se dicen
“sálvame”.
Daniel Rêveur